martes, 15 de marzo de 2011

COMO PIENSA Y ACTUA UNA MENTALIDAD GANADORA Y UNA PERDEDORA.




Vivimos en un mundo competitivo que demanda lo mejor de nosotros. Algunos desarrollan habilidades de ganadores mientras que otros se quedan atrapados entre la queja y la inacción, como perdedores. ¿Cómo convertirse en un ganador sin romper nuestra armonía interior?

Desde hac...e miles de años el hombre ha intentado descubrir el perfil, las características que definen a los ganadores, a los vencedores, esos que no se dejan amilanar con las dificultades de la vida. Conocer sus secretos de pensamiento y acción más que opcional es requerido en sociedades competitivas en la que una estrategia inteligente puede ser la diferencia entre avanzar o quedarse.

Siguiendo y complementando las premisas de Roberto Shinyashiki, ofrezco a continuación un abanico de las que estimo las características más resaltantes que diferencian a ganadores de perdedores, y que hacen a algunas personas ganar el lugar que anhelan, y a otras, vivir en la frustración, por debajo de su verdadera capacidad.

El ganador se caracteriza esencialmente por su determinación de ganar, vencer, lograr. Tiene autoconfianza, cree en si mismo y piensa que llegará hasta donde sus sueños alcancen, por lo que su actitud es resuelta y no se desanima con facilidad. El "perdedor", por el contrario, exhibe frecuentemente una actitud de pesimismo y derrota que se percibe apenas se entra en contacto con él.

El ganador es digno de confianza, vive a través de la verdad y responde a los compromisos que adquiere. Se esfuerza en quedar bien y cumple su palabra. Para él, la responsabilidad es un valor esencial. El perdedor tiene la costumbre de defraudar a quienes confían en él, por lo que no es tomado en cuenta para nada serio. Otra de las cualidades del vencedor es la humildad. Siempre está aprendiendo, valora los conocimientos y enseñanzas de los demás. El perdedor tiende a exhibir sus logros por pequeños que sean, pues lo que realmente le importa es aparentar, más que lograr.

El ganador es entusiasta. No se amilana fácilmente y su ritmo emocional es contagioso. Estar con el es agradable porque emana energía y alegría. El perdedor vive con rostro agrio o abatido, su vida es signada por el pesimismo y el miedo, referencias que suelen bloquear su débil deseo de superación.

El ganador piensa en grande, sin ser por ello un iluso. Se imagina en lo alto de la montaña y sueña con vivir "en primera clase", en vez de resignarse y esperar a que otro le diga cómo debe vivir. El perdedor prefiere vivir "al son que le toquen", sin ritmo propio ni metas claras. De allí que le sea difícil concretar resultados.

El ganador se esfuerza por ser eficaz (lograr sus objetivos) y eficiente (lograrlos a bajo costo) Va tras sus objetivos sin posponer ni dispersarse, por lo que logra mucho en poco tiempo. El ganador sabe que "hacer es poder" El perdedor desea pero no actúa o actúa poco o de manera dispersa. Se dedica a soñar, sin entender que soñar sin actuar es fracasar. Cree que "querer es poder".

El ganador reconoce sus errores. No necesita ser criticado si se equivoca, porque él mismo es su juez. No busca culpables sino que intenta perfeccionarse constantemente. Para el perdedor siempre hay un culpable fuera de sí: padres, parejas, hijos o gobiernos. Actúa como una víctima sin control sobre su existencia.

El vencedor sabe cooperar. Interactúa y disfruta de las relaciones con los demás. Se sabe capaz pero no niega la capacidad de los demás. Se motiva frente a compañeros y amigos y valora sus aspectos positivos. El perdedor ve a los miembros del grupo como amenaza para sus ambiciones. Su desvalorización lo hace o aislado o agresivo, nunca frontal y pocas veces cooperativo. Si ayuda es en exceso y para sentirse querido.

El ganador sigue su vocación. Hace lo que le gusta y va tras de aquello que le realiza y que pueda disfrutar y moverse "como pez en el agua". Para el perdedor, generalmente fuera de contacto consigo mismo, cualquier lugar es igual trabaja por dinero pero casi nunca lo disfruta. No sabe qué le gusta y si lo sabe no va tras de ese ideal. Su vida es un eterno lamentarse por lo que no es.

El ganador tiende a la actitud ética. Respeta los valores de los demás y no trata de imponer su forma de ver la vida. Juega limpio, no usa la competencia desleal, y si las cosas salen mal, en vez de intentar vengarse, sabe esperar su momento y confía en que éste llegará. El perdedor no sigue reglas, es anárquico y desadaptado, se ríe de los ideales y por eso jamás se siente realizado ya que vive ciego de pragmatismo.

El verdadero ganador aprende del pasado, vive el presente y trabaja para el futuro. Respeta su tiempo, y aprovecha cada momento para crecer y superarse. El perdedor se culpa de lo que no hizo o de lo que hizo mal, se evade en el presente con drogas o exceso de trabajo, va con miedo hacia un futuro incierto, y desaprovecha las experiencias para perfeccionarse.

Aunque esta descripción puede ser generalizada, y no están aquí todas las virtudes que favorecen el éxito, podemos servirnos de esta información para ir más allá de la creencia de suerte, y comenzar a ser, para hacer lo correcto y tener lo que deseamos o necesitamos. Es la forma como abordamos la existencia y las decisiones que tomamos lo que marca la diferencia. Somos como nos han hecho, pero también como hemos decidido ser. Gracias por leerlo.